Quiero compartirles un texto que escribió Bernardo Fernández para la revista Lee+ que publica Gandhi:
TURURÚ, TURURÚ. Bernardo Fernández, BEF*
Se dice que en México la gente no lee. Yo no estoy tan seguro. Durante veinte años prácticamente no me subí al metro. Ahora que vuelvo a utilizarlo, descubro con asombro que cada vez veo más gente con un libro en la mano. Lo anterior no sorprende a nadie en Ciudades como Tokio o Berlín; al contrario, el viajero mexicano que en el aeropuerto se compró un ejemplar de la Quién o peor aún, la TVyNovelas, auténtico opio del pueblo se va de espaldas al descubrir en otras latitudes hordas de entusiastas lectores que viajan en el subterráneo concentrados en sus respectivos volúmenes.
Fue en uno de esos viajes, a Londres en concreto, donde pude comprobar la existencia de una máquina expendedora de libros. La encontré en la terminal aérea de Heathrow y dí la nota tercermundista al fotografiarla emocionado, ante el desconcierto de los transeúntes que seguramente me veían el código postal por los cuatro costados.
Pero volviendo al metro mexicano, cada vez que me subo (que no es diario pero tampoco pasan muchos días sin que vuelva) descubro por lo menos a dos o tres personas leyendo. Multiplicada por los millones de usuarios del metro, la existencia de cada uno de esos lectores, me parece un triunfo para la razón. Y disculpen si peco de cursi o excesivo, pero la lectura me parece una batalla individual perdida de antemano, como todas las que vale la pena pelear contra la entropía que sumerge al mundo en la estupidez, la desmemoria y el olvido. Cosa curiosa, los que parecen disminuir son los lectores de historieta popular. Los cómics que genéricamente se conocen como sensacionales dan la sensación de menguar en el gusto masivo. De lo cual me alegro (ahora que lo pienso, nunca vi a nadie leyendo una novela gráfica de Alan Moore o de Edgar Clément en el metro).
También el número de lectores de revistas parece ser más bien escaso. Pero siempre, siempre aparecen dos o tres personas enfrascadas en la lectura heroica de algún libro, haciendo malabares para mantenerse de pie cada que frena el vagón. Sin tomar en cuenta a los estudiantes que vienen repasando algún texto académico, me he topado lo mismo con adolescentes devorando Diablo Guardián de Xavier Velasco que señoras con un ejemplar de La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa. Con gente que lee novelas de Stephen King con cara de desasosiego y lectores que suspiran con algún libro de Jaime Sabines o Pablo Neruda. Porque si algo logra nuestro espacio público es democratizar la experiencia poética.
¿Quién es capaz de alegar en el trayecto entre Hidalgo y Allende que Octavio Paz es mejor poeta que Mario Benedetti? Más de una vez ví mujeres de todas las edades leyendo invariablemente horrorizadas Pregúntale a Alicia, en sus diferentes ediciones. En muchas otras ocasiones vi lestores de Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, tantas veces como he visto gente con novelas de Frederic Forythe en las manos. La ciencia ficción y la fantasía son subgéneros bastante populares en las entrañas del concreto. De entre los norteamericanos, Isaac Asimov (que no es ni de lejos santo de mi devoción) parece ser el fantacientifista más leído. Ello sin contar los cientos de lectores que hace unos años se paseaban con Harry Potter bajo el brazo y que ahora lo hacen con los vampiros blandengues de Crepúsculo.
Finalmente hay qué resaltar que los libros de cuentos, que los grandes editores consideren de poca venta, invariablemente se ven en las manos de los metronautas. Desde Augusto Monterroso hasta Mónica Lavín y de Charles Bukowski a Ray Bradbury, quizá la narrativa breve sea la ideal para un trayecto en metro. Lo lindo sería que esos dos o tres lectores de cada vagón se convirtieran en seis. Y luego en quince. Y después en cuarenta...
*Novelista y dibujante de cómics. A finales de año Alfaguara publicará Espiral, su primera novela gráfica. Nunca ha visto a nadie en el metro leyendo un libro suyo.
ESPIRAL
Por último quiero recomendarles "Espiral", novela gráfica de BEF que publica con Alfaguara a todo color, se trata de una historia dentro de otra historia que está dentro de otra historia...
Un cómic recursivo, ya a la venta en Gandhi por $ 129 pesos.
2 comentarios:
La recursividad es un tema interesante de tratar, el hecho de que espiral no posea texto pueda ayudar mejor a su comprensión.
Buena recomendación Robert!
Sí! está increíble!!! me parece un experimento genial, nunca había visto que hicieran algo pareceido aquí en México.
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