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miércoles, 27 de febrero de 2008

Columna Paradigm

Por Don Diavolo

Si hay gente termita entre la comunidad de coleccionistas, deben abstenerse inmediatamente de este número que produce adicción y deja involuntaria la mente de los lectores incautos; tómese con precaución.


Como uno de los mejores dibujantes y guionistas de su generación, Clowes asciende la barra de comics literarios con todo lo que ha logrado desde la aparición de Ghostworld .


En cada nueva historia de Eightball estamos expuestos a ver un trabajo sofisticado en trazos y complejidad argumental. Clowes escribe con simbolismos que no entiende de súplicas si se trata de entenderlos todos.


También hay innovaciones para “The Death Ray”. Uno previamente infrecuente se convierte prominente en este número: los paneles se rompen con frecuencia para provocar grandes globos de texto para que el lector pueda imaginar el resto de la secuencia (si es que le sobra suficiente sinceridad para sentir el espacio largo que indica hablar). Si tratara de descifrarlo erraría en dudar que indica que la plática del personaje principal, Andy escucha o atiende incompletamente, limitándose a lo que sabe bien, forzándonos a leer a través de los ojos del primer personaje y reflejar sus propias memorias. Pero esa ausencia sirve para distraer, y como ejemplo queda cuando Andy mata silenciosamente a una persona que lo ha insultado, en ese panel casi se pierde lo narrado y dificilmente se nota o se reconoce a la víctima, porque permanece en un diálogo escondido, y se puede dudar abiertamente que Andy nos esté narrando la verdad de los hechos.


Esta duplicidad se convierte irónicamente en las trampas del superhéroe, (incluyendo traje y dos orígenes en una misma historia), es realmente entonces la historia de un asesino serial, y como dijo Clowes en el 25 aniversario de Fantagraphics, “Este comic tiene algo muy específico que decir”.


En el mito superhumano aparecen los dos amigos, medio conocedores del estatus del fandom original, más bien adquieren los conocimientos desde la perspectiva juvenil que atiende a las versátiles preocupaciones de mantener una leve ventaja con las otras creaciones ficticias, en donde han de errar con facilidad, porque no son especialistas ni sus aproximaciones son tan acertadas como un ingenuo esperaría leer de los orígenes de los superhéroes en el formato cuasi tabloide de Eightball 23.


Andy parece ser una figura de un ciudadano ordinario, con superfuerza o la última arma; sobre a quién salvar y a quién matar como apunta en el drama moral cotidiano. Es tímido y se transforma cuando fuma su primer cigarro: con nicotina en su sistema, tiene la fuerza para quitarse a sus golpeadores de escuela y a cualquiera que se le ponga encima, estos cigarros podrían ser la droga Tick tock Tyler que activa su valor, los cambios físicos de la adolescencia, como son explicados en el cuaderno de su padre.


“Tan fuerte como una persona de su edad” que le permite impresionar a sus compañeros de clase, y una vez que le es enviada la pistola de rayos, puede desaparecer a quien él crea que es conveniente, sin castigarlos, ni torturarlos. Cualquiera de esos poderes son las fantasías típicas de la adolescencia de adolescentes perseguidos, con poca autoestima y también de amigos.




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1 comentario:

L3* De Large dijo...

eightball...bien emo el, con un cigarro me transformo en eso?
te amo!